El sonido y el olfato se diferencian de los demás sentidos en que ingresan directamente al sistema límbico, es por ello que la música estimula nuestras emociones. Nos conecta con la alegría o sentimos nostalgia, nos recuerda los mejores momentos, o podemos tener tristes recuerdos.
En mi experiencia de más de 21 como saxofonista en Medellín me he dado cuenta de cuanto las personas valoran el acompañamiento musical para sus momentos más íntimos; incluso me han contratado para momentos en los que un ser querido ha fallecido, nos podemos preguntar ¿y qué tiene que hacer un saxofón en un momento tan dramático? Pues bien, las personas lo hacen porque a su familiar le gustaba mucho la música instrumental con saxofón y es una manera de hacerle un homenaje a ese ser querido y de volver a recordar los mejores momentos de la vida. Es muy importante a la hora de hacerlo asesorar a la familia en cuanto al repertorio, de modo que la música escogida lleve consuelo y no exacerbe la tristeza.
Esto diferencia al músico natural, del músico formado, cuando hablo de formación no es estrictamente la de un conservatorio de música, otros estudios como la de ministro de canto litúrgico, o la Maestría en Musicoterapia, así como tener experiencia en el área de la salud mental, hacen de un encuentro con la música una experiencia de vida. A esto me refiero con ser un profesional íntegro. Cuando un saxofonista simplemente ejecuta el instrumento esperando un rédito, nadie se beneficia, es intrascendente.
Cuando un músico incide en el bienestar de las personas cercanas a él, hace mucho más que desarrollar un oficio, se convierte en imprescindible para la sociedad, los eventos que acompañe con su saxofón serán recordados con agradecimiento y su trabajo se convertirá en música para vivir.